Por Victoria Sánchez.

Asomarse aunque sea un poco a la realidad del otro es siempre una experiencia asombrosa, pero cuando esa realidad está atravesada por la pobreza, al menos a mí me interpela.

¿Trabajar en las vacaciones? Sí, es una excelente elección.

En las vacaciones de este año, febrero 2014, fui a Mendoza como voluntaria para colaborar con CONIN en su admirable tarea. Éramos un grupo de más de sesenta chicas; durante una semana estuvimos recorriendo distintos barrios de Las Heras y yendo de puerta en puerta para realizar una encuesta y animar a los entrevistados a acercarse al lugar donde estábamos instaladas para pesar y medir a los chicos. En esta ocasión, se sumaron a nuestra iniciativa la Unidad Pediátrica Móvil de la Fundación La Casa de Ronald MacDonalds, la Fundación Zaldívar con sus consultorios oftalmológicos y la Fundación Alas, que nos brindó el espacio. Pudimos ofrecer así un servicio médico muy completo.

Tuve la oportunidad de conocer a mucha gente, tanto a las personas con las que viajé como a aquellas que entrevistamos o que acudieron a las diversas actividades que realizamos. Al hacer las encuestas, me encontré con un montón de historias distintas. Asomarse aunque sea un poco a la realidad del otro es siempre una experiencia asombrosa, pero cuando esa realidad está atravesada por la pobreza, al menos a mí me interpela. Es cierto que no está en mis manos solucionar el hambre en el mundo, pero eso no es excusa para no intentar ayudar al que tengo al lado, al que tengo cerca. Estoy convencida de que hasta el más pequeño granito de arena suma. Y estoy dispuesta a intentarlo. Todos tenemos algo para dar. En este viaje pude ser testigo de un increíble ejemplo, que quisiera compartir.

Por las tardes, en las instalaciones de la Fundación Alas, además de brindar atención médica,  organizamos distintas actividades: charlas sobre nutrición, higiene y primeros auxilios para padres, talleres y charlas para adolescentes, y juegos para niños. En mi caso, colaboré con el grupo de adolescentes. El anteúltimo día realizamos con unas treinta chicas del barrio una visita solidaria a un geriátrico. Todavía me emociono al recordar la generosidad de aquellas chicas: por iniciativa propia, una trajo un bastón que era de su abuela para donar, otras confeccionaron tarjetas para regalarles a los ancianos; más de una se conmovió hasta las lágrimas. No sé quiénes quedaron más contentos: los ancianos, las chicas o nosotras, las organizadoras. Es difícil expresar en pocas líneas todo lo vivido. Entendí cabalmente las frases  que dicen que “dando se recibe” o que “uno recibe más de lo que da” (a veces parecen lugares comunes pero encierran una gran verdad), y también, por qué no, aquello de que “si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24).

Ojalá muchas otras personas puedan acercarse a CONIN y ayudar de la manera que esté a su alcance. La obra de Abel Albino es maravillosa, y estoy muy contenta y agradecida de haber podido ser parte de ella aunque sea con un muy pequeño aporte. Hay mucho para hacer. Algunos ya empezaron. ¡Sumémonos!